Solía soñar con fuego,
junto a ti.
Trataba de encontrar tu mano
y estrecharla contra la mía.
Podía imaginar ese fuego
convirtiéndose en llamas;
llamas ardiendo por nuestro cuerpo.
Solía tener escalofríos de nieve;
nieve que caída desde el techo de la alcoba
y se volvía vapor contra el fuego de mi sueños,
y las llamas de nuestros cuerpos.
¿Dime cómo saber quiénes somos?
¿Dime cómo ser fuerte si no puedo salvarte?
Cómo encontrarte si ahora estoy perdido, tan perdido.
Aun sin luces en la estela
protegeré tus sueños,
cada uno de ellos.
Te conduciré de regreso a casa,
de vuelta a nuestro lecho.
En donde solías soñar con fuego,
donde solías sentir frío de nevadas
y donde el amor se convertía en destellos.
En estrellas donde flotábamos,
donde nuestra cama se suspendía
sobre un mar de luces blancas.
Donde nuestras llamas,
serenas por separado,
juntas incendiaban cada rincón del universo.
Ya no me siento perdido,
aunque siga siendo débil.
Ya no tengo miedo,
aunque no pueda salvarte.
No puedo salvarte,
pero protegeré tus sueños,
cada uno de ellos.
Puedo conducirte de regreso a casa.
Sigo soñando con el ardor de ese fuego abrasador
que nos colma a ti y a mí,
en la oscuridad que se vuele cegadora.
Me conduciré a mi hogar.
Me conduciré a ti.