Hay veces que presiento el rugir de la tormenta.
El cielo esta calmado, la luz brilla en tu mirada
pero algo me anuncia que el desastre se acerca,
que un eclipse inminente engendrará tinieblas,
apagara tus ojos, llenará de escarcha nuestro lecho.
Las telúricas fuerzas contenidas apenas,
romperán la corteza de nuestra templanza
y en su erupción cósmica arrasarán con todo
calcinarán los bosques, incendiarán moradas
dejando a su paso un paisaje lunar de nadas esparcidas
Y después el silencio, ese silencio negro, profundo inescrutable,
alzará entre nosotros su barrera insalvable
en la que solo el eco se escucha cuando grito,
cuando pido perdón o suplico la muerte para acabar con todo...
Poco a poco, la vida rebrota entre las lavas
y el sol asoma tibiamente entre los nubarrones,
hay que arrancar los troncos abrasados
derribar las ruinas, desescombrar los campos
y volver a sembrar entre guijarros
la semilla tenaz de la esperanza,
y rezar para que la lluvia reverdezca nuestras vidas,
para que no se repita la hecatombe
para que vuelva por siempre la luz a tu mirada
y la paz a mi alma.