Se siente, en el suelo, los golpes
son cientos de caballos y sus jinetes
llevados como el viento
desnudos y los pelos en medio del griterío
en un bosque de chuzas coronando las tacuaras.
Son tantos y tan fieros
que el alma se me hace chica
el sol se refleja en los torsos húmedos
color del barro
y esa gritería infernal
montados en pelo
apenas unos tientos, de cabestro
las tacuaras se adelantan
en medio del galope.
Ya están tan cerca
que veo sus rostros fieros
el mismo diablo en sus ojos
y esa gritería infernal.
El Teniente, a mi lado
se encomienda a la virgen
yo tengo la boca seca
y pido perdón, al mismo Dios
disparo el Remington
dos balas
no hay más, solo dos
el Teniente blande el sable
y entre maldiciones, es lanceado.
La indiada me rodea
solo tengo la boleadora
que comienzo a revolear
la suelto y me llevo uno
en medio de los lanzazos.
Dicen que los paisanos
supieron de la proeza
y la muerte
en esa llanura pampeana
del cacique del malón
en manos de un Teniente
y un paisano alistado
con un sable, dos balas
y una boleadora.