Edwin Kenys Chacón

Niño Descalzo

Taciturna noche,
como quieto tendedero de sueños
para un niño descalzo,
en una vasta inmensidad de anhelos,
anhelos que se cultivan en el cielo
donde crían nuevas esperanzas,
esperanzas para un mejor mañana.

 

Disfruta la soledad
que te trajo tu ahora compañera,
entrega tus tristezas a las estrellas
y no las recuerdes al alba,
escucha en el ruidoso silencio de la noche,
la voz palpitante de tu corazón,
corazón descalzo como tus pies.

 

Vacía en la luna asomada,
los desamores que inundaron tus ojos,
cesa la nostalgia de tus manos,
borra las cicatrices de tu alma
y regala a tu observadora, ella,
que es buena recolectora,
tus grandes tristezas
y profundos desamores.

 

Estrellas enhebradas,
en el frágil lienzo
que dibujó el alma de un niño descalzo,
cansadas de palpitar,
en su diáfano corazón,
carente de fanal.

 

Anhela una vez más,
niño descalzo,
tú que esperas el raudo pasar
de algún genio milagroso,
sobre el cuerpo de ardientes estrellas fugaces,
fugaces y entregadas al abandono,
de los dioses del cielo,
ellas, beduinas errantes,
en el negro desierto del espacio,
negro como la fría noche.

 

Niño descalzo,
¿a dónde fue la ingrata tristeza
que en tu pecho ellos dibujaron
con pluma de amores mal fundados?

 

Niño descalzo,
¿a dónde fue la nostalgia
que sangraba de tu corazón
como alegre río que acaba de nacer?

 

Niño descalzo,
¿a dónde fueron los enemigos
que mancillaron tus frágiles sueños?

 

Niño descalzo,
ha llegado el alba en son escarlata
y trajo los restos de una estrella fugaz,
que todo lo entregó
para hacerte feliz a ti,
para hacer tus sueños realidad,
Oh, niño descalzo en la taciturna noche,
bajo una bóveda estrellada de pasiones.