Miro a través de la ventana
las luces de la ciudad.
Los coches corriendo pasan
repletos de libertad.
Miro la valla alambrada
que a escasos metros me paran
de esa libertad ansiada
que no llega, que me amarga.
Lloro como un niño chico
mientras escribo estos versos,
pensando que no merezco
haber perdido este tiempo.
Ese tiempo que me ha roto
el alma y el corazón
y a veces cuando lo toco
parece que ya murió.
Dos años dentro de un mes
preso, sin poder besarte;
sin ni siquiera sentirte,
sin poder amor amarte
a solas hasta perder el control
con nuestros cuerpos unidos
mientras te haga el amor.
Ya he perdido la esperanza.
La suerte me abandonó.
Estoy en manos del destino...
Estoy en manos de Dios.
Último poema. Madrid 14 de Noviembre de 2017