Y uno vuelve al precipicio que siempre evitó volver a caer, descendiendo como un meteórito cuando pasa el ozono, fuerte, brusco, en llamas y generando caos, un eco que aún retumba en el alma y el corazón.
Es la consecuencia de volar sin paracaídas, de hacer jumping sin cuerda, de cruzar el océano sin balsa ni salvavidas, de caminar descalzo entre los vidrios afilados de la humanidad; es el riesgo de escapar de las sombras que invaden la mente, de mirar en el espejo zombies que desdibujan las figuras y nos hacen correr, volar, siempre corriendo el riesgo de estar aquí en esta cisterna, reencontrandome con mis miedos y mis fobias.
Caí y estoy sin moretones, sin huesos fracturados, sin la piel lastimada, solo duele el alma, hay un dolor intenso que no borbotea sangre pero esta desangrando mis sueños, el corazón está quebrado y ni las cáscaras de huevo de la canción infantil lo han podido sanar (porque el corazón es el puente entre el alma y el cuerpo)... Lord Vanvle