De la soledad roba versos
al atrevido silencio,
en su afán los atrapa
de los quehaceres del día,
en sus insomnios los hurta
a la intranquila y solitaria noche,
tallándolos sin reproche
en delgadas y traslúcidas láminas,
los esculpe en los finos lienzos
de estelas y pensamientos.
Sean pues esos versos
los que evoquen en el tiempo
la voz de su lejanía,
los que resuenen con vehemencia
el eco de su travesía,
los que sirvan el motivo
para el necesitado descanso,
los que tiendan el lecho
para el cálido remanso
de su otrora rebeldía.