Si llega un rayo loco que ilumina
alguna tarde quieta de mi sueño
yo pasaré sin prisa en la cantina,
me tomaré un buen trago, del pipeño.
Y llegaré marchando hasta la plaza
con una banda llena de canarios
para cantar rancheras y rosarios
y pernoctar tranquilo en mi barcaza.
¿Hay algún puerto vivo en el desierto,
donde guardar tambor y guaripola,
para seguir el vuelco de la ola?
Ola de luz perdida que revienta
la soledad oscura del silencio
con el vapor del vino, a mi cuenta.
E.D.A