Mientras en dos cuerpos se llenan las llamas, el deseo y la pasión despiertan las ganas, de esas dos almas empleando lujuria y sin cordura llegando sin límites a un sexo salvaje con el toque de amor que sea inimaginable.
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Que entre besos y caricias entonen melodías y el gemido de esa mujer sea el canto para esta poesia, iniciando un calor tan severo y deseoso que al final ya los dos nos encontramos desnudos.
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Que solo la noche o el día sean nuestro abrigo, y arrope nuestro entorno mientras lo prohibido se hace rico, con grandes movimientos ascelerados y despacio sin demostrar cansancio, aprovechando el momento y contemplando el pecado.
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Son los deseos más placenteros, y el sudor entre cuerpos queda sin aliento, haciendo del amor un gran sexo salvaje para así en otra ocacion repetirlo constante.
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HENRY RUIZ
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30 DE NOVIEMBRE 2017