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Acabo de encontrar diez centavos,
Moneda libremente convertible,
No puedo disimular la alegría,
Sé que no es tanto pero me hace feliz.
Sí, como dice él, puedo acrecentarlo de mil maneras:
Engordar la hucha, arriesgar en números, completar…
No, no me sirve,
Prefiero gastar,
A fin de cuentas soy mujer,
Y puedo permitirme el:
¿Qué me compraré?
¿Qué me compraré?
¿Qué me compraré?
¡Ya sé!: me compraré caramelos,
Me disculpan si les recuerdo a alguien,
No es importante,
Me encanta fumar mientras chupo un caramelo,
Es tan delicioso
Sentir el azúcar hecho miel
Que ahora mismo se me hace agua la boca.
Pero…
Pensándolo bien,
No, no me alcanzará,
Se me aparecerán más caries,
Y no faltará quien diga
Que soy golosa.
Se me ocurre, se me ocurre…
¡Sí! ¡Ya sé!, ¡ya sé!:
Me compraré unos aretes bellísimos,
Esos que tanto me gustan,
Los de muchas cuentecillas y colores,
Estaré hermosa, resplandecerá mi rostro,
Volverá la alegría.
No, no, no:
No me alcanza,
Llamaré mucho la atención,
Me dirán vanidosa.
Pienso, pienso, pienso…
Sin dudas, para un sobre de talquitos sí me alcanza,
Son baratos, huelen a rosa,
Los venden en la bodega de la esquina.
Me empolvaré toda, sin birria, sin exceso, bien parejo.
Me sentaré a esperar la brisa de la noche
Desafiaré el ardiente verano de esta tierra
Toda entalcadita y refrescada.
Y después, después, después…
Pasará mucha gente,
Me mirarán todos:
¡Eureka!
¡Por fin llegará mi Ratoncito Pérez!