Cuando se para el mundo,
y cae un hombre como cae una lágrima,
y se auguran los temores en las manchas del café,
y me veo a mi mismo en la laguna capaz de tragarse el mundo, deshaciendo el cielo solo porque estaba ahí,
y allí en la isla parada de tus labios, en la comisura, en el vértice del vórtice que levanta el fuego que nadie puede nombrar.
Entones allí; vaya si hago de mis pecados manzanos en las tierras prohibidas, esas en las que hablar era insuficiente, y caíamos queriendo caer como infiernos en una tarde de lluvia, avasallando a truenos el anochecer mismo de la noche interminable.
Cuando se para el mundo se caen los otoños, se oxidan las nubes en el paladar de mi boca, y parezco una orquesta rota, un pozo sin fondo, un charco pisado por la vida, apenas los dados con los que juega dios. Cuando se para el mundo no le sirve a la noche para cubrir un pecho del vacío del mundo, y aparecen carabanas de tormentos y atascos, y ascos, y tener que andar con la cabeza para arriba es el tormento del que no encontró encanto en los cuentos que le contaron.