Una soga fue puesta sobre mi cuello,
por un crimen que no he cometido,
Sin una palabra se me ha sentenciado,
Y la muerte me espera en sus dominios.
La soga va apretando lentamente,
Ante una ovación cerrada,
el yo y el otro,
el otro y el alma.
Mis ojos abiertos han de ver,
cómo el cajón es removido,
No les daré el placer de sentir,
que me he rendido.
Fijo la mirada para no perder,
de la mente la imagen clara,
de los que quise y los que quiero,
de quienes huyen y quienes llaman.