Mientras sueño, pienso de verdad
mientras pienso, sueño de verdad
y en el intertanto me acomodo
para seguir la incesante marcha
que me obliga sólo a pensar,
sólo a soñar...
ésa, es la vida de verdad.
II
En medio del discurso apasionado
las palabras depositadas una a una,
urgentes por salir, liberadas,
quisieron dejarse escuchar,
describir fielmente lo que sentían,
aún siendo duras.
Después de un rato caminé
paso sobre paso
deslicé mis suelas por todos los espacios
que me permitieron, sin obstáculo,
palpar la humedad de tanto sudor derramado
y la sequedad de infértil sacrificio
que fue en vano.
Los intensos focos me cegaron por completo
ausentándome de la realidad,
quedando atrapado en una nube oscura.
Sentí sólo latidos a mi alrededor:
los gritos desgarradores
de una espantosa realidad.
El tic tac del tiempo
hizo revisarme los bolsillo
más de una vez...
sólo monedas devaluadas encontré.
¿A dónde fue a parar mi fortuna
que en la vida acumulé?
¿Y el fruto del sacrificio...?
VI
Compré lo que quise,
miré las más costosas vitrinas
de diferentes latitudes,
allegué a mi piel suavidad y abrigo,
alimenté mi ego con superfluidad.
Hoy, a la distancia, me reprocho
por haber llevado mi vista
a cuestiones secundarias.
Las anotaciones inundaron
en un dos por tres
centenares de páginas
de mi abultado diario.
Quise ser breve,
las intensas vivencias
no lo permitieron.
Saqué mi memoria...
ahí están,
grabadas eternamente.
Repartí valor como pude,
entregué, incluso, el mío.
Pretendí crear un ejército sólido
para derrotar lo injusto
y de esa forma vencer la mentira
para siempre.
Cuando estuve solo
me conformé acompañándome
con el grato pasado,
ése, aquél que no volverá.
Estuve rodeado de los mejores episodios
que hicieron sonreír mi existencia
y llegaron a ser mi verdadera epidermis
que me protege hasta hoy.
La última lágrima derramada
fue en una estación de tren
cuando era adolescente aún;
momento en que creía
en la nobleza de las palabras
y en sinceridad de los gestos.