Alejandra, estas atrás de tu nombre,
en tu poema que no se me olvida,
en la tarde, callada,
en las pastillas engarzadas a tu cuello como collares,
en los relojes que no sirven para comprar el tiempo,
junto al estómago lleno de mariposas
sollozando kilómetros de camino al alba,
en los subrepticios donde el viento llora,
en la eternidad que se la ha pasado pensando,
en los arrecifes de mis uñas para desenterrarte
desenterré el canto de un pájaro desollado,
tu silencio es dueño de las hojas del árbol deshojado
en las que ya no escribirás nunca,
sin ningún encuentro en las estaciones,
pero te me quedas en los ojos
cuando paso la mirada por tus hormigas
caminando en las letras que dejaste,
a la izquierda, sin tu mano,
sin tu tinta, soy solo sed sin atajos.