Como espinas que se interponen en el camino,
como ramas que se me enredan en el tobillo,
una palabra que desentona del estribillo;
para congelarme y descongelarme él vino.
La posible pausa de cada paso que doy,
la sigilosa culpa que me insita a retractarme.
Aunque lo llamen villano sólo ha querido ayudarme.
Él sembró todas las flores que componen lo que soy.
Si no te tuviera, miedo, ¡qué vacía sería mi vida!
Sin ti, compañero, ya no me sentiría valiente,
el frío de la quietud apagaría la llama ardiente
que me hace vencerte en cada hazaña cometida.