Desde que era niño siempre tuvo el sueño,
que lo dio un barquito hecho de papel,
y fue desde entonces que quiso ser dueño
de del velero blanco y bogar en él,
no por los paisajes de cielos lejano
donde están las islas de hermoso coral
él solo soñaba sentarse en su barco
y por una brisa dejarse llevar.
Al pasar el tiempo se quedó en un sueño
como tantos sueños, su sueño de mar
nunca dijo nada, pues siempre temía
que si alguien sabía se fuera a burlar.
Hoy que ya está viejo, que nadie le ofrece
por sus pocas fuerzas un trozo de pan,
agarra la silla, esa que se mece,
y se va hasta el patio, buscando soñar,
en la vieja silla, se siente en el barco,
cerrando los ojos escucha la mar
y hasta hay una brisa...
que baja a sus labios
olas pequeñitas...
con sabor...
a sal...