Elijo para siempre,
vivir al límite del desorden
en este punto cero del habla.
En esta tierra de exilios
donde todo lo ilegible se borra,
tal como lo hace, la luz de la nieve
sobre el trazo de las calles.
Elijo perecer
en esta ausencia de mundo
que tacha las palabras
con las vértebras inmaduras de mi garganta,
e irradiar por siempre,
la llaga del poema.
Elijo este blanco oscuro,
carente de previsibles confesiones
y entregarme por completo
al lenguaje de la luna.
Y desde este fondo tenso,
de enigmas y alucinaciones
y verdades como piedras,
elijo resistir la obsecuencia del tiempo:
tan solo cuento,
con la constancia de lo imposible
y la siempre inspiradora
lucidez de los muertos.