Joseponce1978

Madre

Madre, cuantas veces me he propuesto escribirte un poema y al final he terminado arrancando el papel y tirándolo a la basura, al darme cuenta de que mis palabras no te hacían mérito. A pesar de todos mis intentos no he podido hallar los versos que correspondan con tu grandeza. Han transcurrido ya 9 años desde que una traicionera enfermedad te privó de seguir a nuestro lado. Para mí nunca has desaparecido, porque no hay día que no te recuerde. Sin embargo hay momentos en que extraño tanto tu presencia, que te llamo en sueños suplicando que vuelvas. Incluso me atrevería a decir que desde aquella fatídica madrugada en que cogí tu mano y dejaste de respirar, mis ojos no han vuelto a brillar como antes de tu partida. Tengo una hija maravillosa, a la que no llegaste a conocer, que orgullosa te habrías sentido de tu nieta y que feliz habría sido yo al verla en tu regazo. Es posible que ella me decepcione algún día como hija o como persona, eso nunca se sabe, tantas cosas he visto ya,que nada me sorprendería ya,  mientras tanto intentaré disfrutar de ella y cuidarla como mejor pueda, tratando de volcar todo mi amor sobre ella. Lo que sí es seguro es que tú jamás me decepcionaste, fuiste una madre ejemplar en todos los sentidos, te desviviste por tus tres hijos, hasta el punto de descuidar tu propia persona para dedicar en cuerpo y alma todas tus atenciones a tus hijos. Donde quiera que tuvieras que ir, siempre llevabas a tus tres polluelos por delante. Muchas veces me decías que yo era tu mano derecha, dado el sentido de la responsabilidad tan marcado que siempre he tenido. Lo que está claro es que tú fuiste mejor madre que yo hijo, de eso no me cabe duda, tu papel maternal fue inmaculado. A pesar de tu minusvalía, o quizás debido a ella, supiste atravesar todas las barreras que te puso la vida con una entereza descomunal, fuiste el eje alrededor del cual se mantuvo unida la familia.Sin ser una experta en números, administraste la economía familiar con una precisión sublime para que nunca nos faltase nada.

Tengo tantos recuerdos gratos de ti, madre. A mis hermanos y a mí nos apodaron los cojos en el pueblo, ya se sabe como es la gente de pueblo con los motes. A mí en el fondo no me importaba pero a ti este hecho te enfurecía sobremanera, pues ya habías tenido que soportar bastante con la crueldad de algunas personas que se ceban con la desgracia de los demás, como para que ahora vinieran a asignarle a tus hijos ese calificativo, y tuviste varias disputas por esta circunstancia. Te indignabas cada vez que alguien nos llamaba así. Papá y tú nos educasteis bajo la batuta del respeto, enseñándonos también a no dejarnos abasallar por nadie.

Hay pocas personas, por muy madres que sean, que sacrifiquen su vida por su prole como tú hiciste, con una total abnegación de tu propia persona en beneficio de tus retoños, quizá demasiado protectora, aunque ahora que yo también soy padre, entiendo tu proceder. He llegado a ver casos de madres que se niegan a darle el pecho a sus hijos por una mera cuestión estética, para que no se le descuelguen los senos, resulta aberrante pero así es. Por eso siempre he dicho que hay madres y madres, y por eso tú siempre serás la persona más importante de mi vida, porque sé que nadie me ha querido ni me querrá como lo hiciste tú. Ese sí que es un amor sin condiciones, totalmente desinteresado. Tuve una infancia feliz, de cuento de hadas, eso es algo que os debo a ti y a papá. Siempre estabas al pie del cañon cuando te necesité, cuando necesité calor en mis noches febriles o cuando te requerí para compartir mis alegrías. Jamás permitiste que alguien se acercara a nosotros con retorcidas intenciones. Nunca he sido cariñoso y me arrepiento tanto de no haberte abrazado o besado más, que moriré con esa espina clavada. aunque no soy persona de demostrar mis sentimientos con arrumacos, pues la efusividad y yo nunca nos hemos llevado bien, ahora abrazo a mi hija con fuerza y tan a menudo incluso llego a agobiarla en ocasiones. Me dice que la deje tranquila cuando la estrujo entre mis brazos, que no sea más pesado. Ella tampoco va a ser demasiado cariñosa, en eso ha salido a mí, pero bueno, no dejaré escapar las oportunidades que se me presenten porque nunca se sabe hasta cuando podremos mostrarnos cariñosos con los seres queridos. Madre, sé que desde donde quiera que te encuentres, me estás ayudando como siempre has hecho. Cada vez que me encuentro en una encrucijada, hasta puedo sentir tu cálida voz aconsejándome, mostrándome el camino idóneo. Entre nosotros nunca se romperá el cordon umbilical que nos une espiritualmente, y llegará el momento en que volvamos a reunirnos para permanecer juntos por toda la eternidad. Tú, mi pequeña y yo, lejos de este corrompido mundo, en algún lugar donde la primavera se estanque a perpetuidad y podamos volar libres los tres, cogidos de la mano, serpenteando entre las nubes. En un lugar donde podamos jugar a ver quien de los tres puede volar más alto, sin miedo a caer,  pues no habrá nadie que pueda cortarnos las alas.

 

Incesante cuidadora,

cuando el miedo me atenace

y de frío me estremezca,

acurrúcame en tu tarde;

tararéame una nana.

Permíteme recostarme,

mientras me lees un cuento,

en tu regazo. Ya sabes

que ahí me encuentro seguro.

Tan vivas en mi alma laten

las formas de tu recuerdo

que no hay tiempo que apague

este amor umbilical.

Aguerrido a tu coraje

trato de encontrar sentido

a los vaivenes de un viaje

sin retorno a tu cobijo.

Cuando el sentir me descarne

guaréceme de las sombras

y sécame cuando escampe

con tu abrazo maternal.

Que venga a mí tu voz antes

de que se extienda a mi seno

este fatídico cáncer

traicionero que tan pronto

destrozó mi alma y tu sangre.

Pasa una estrella fugaz

que la noche cruza errante,

haciéndole una cesárea

al cielo y da a luz un ángel.