Cada paso que doy sigue al anterior.
Tengo delante una serpiente de fichas de dominó
esperando a que empuje la primera pieza.
La Naturaleza que me conforma decide cada latido de
mi existir haciéndome creer que soy yo, el que decide.
Cada suspiro, que nace de la carencia, tiene su por qué.
Cada inspiración no se sostiene si no es decidida antes.
Cada paso tiene pies que debo mover con mi voluntad.
Si me oriento hacia el norte, el sur me llama a su seno.
Si me oriento hacie el este, el oeste me hace una mueca
que encierra un universo de preguntas sin respuestas.
El imperio de consumo que me rodea busca mi amor.
La nebulosa de confusión que penetra mis sentidos
busca mi entrega incondicional.
Del mundo de colores que me rodea brotan promesas
que se incumplen bajo mi estupefacción impenitente.
Si algún día me detuviera por satisfecho, la carroza se
convertiría en calabaza.
Quiero saberme Cenicienta que no aspira más que a ser
ceniza al final de su tiempo, que no quiere engañarse a
sí misma con palacios, fiestas y príncipes azules que le
compran zapatos que se romperán, para poder comprar
otra vez y así per sécula seculórum...