Me acostumbré a tu sonrisa
perfumando mis mañanas,
a la luz de tus pupilas,
floreciendo en tus miradas;
a tus retos y a tus bromas,
a tu mano siempre abierta;
a tu voz y a los aromas
de tu piel cuando estás cerca.
Me acostumbré a que me alientes
en mis horas más oscuras,
y también a que me cuentes
tus temores y tus dudas…
Me acostumbré a que tus ojos,
me penetren hasta el alma;
a sentir que con tu apoyo
se pueden surcar galaxias;
a disfrutar tu alegría
a compartir tus tristezas,
a comprender que la vida,
no será igual si te alejas…
Por eso es que en este día
en que aquí no vas a estar,
ni siquiera te imaginas,
¡Cuánto te voy a extrañar!…