Mientras alistábamos los ingredientes y leíamos la receta, yo me perdía en cada gramo de sonrisa que vertías en el tazón, cuidando cada gramo de tus besos para no desperdiciarlo y agregando poco más del Kg de aventuras para darle más sabor, mientras tomaba la cucharadita de tu mirada, mientras la vaciaba en el tazón me perdía en ella, en esa mirada que ha sido mi más largo y bello viaje, está casi todo en el tazón y entonces le echas las dos tazas de ilusiones y con esas dos tazas sin que lo notaras yo ponía un ingrediente más; mi corazón.
Lo pusimos en el horno, y pasaban los minutos, mientras más tiempo pasaba mejor olía, era el aroma de nuestro amor el que se dispersaba por toda la cocina, por toda la casa, por todos lados. Te asomabas a observar cómo se esponjaba y de la misma forma se esponjaba mi corazón. Sonó el timer y nuestro AMOR por fin estaba listo, lo sacaste y vaya que se veía delicioso, era el amor más suave, con la textura idónea, el color perfecto, y era nuestro, lo cocinamos juntos.
Lo sacamos del horno y empezamos a decorar, con estrellas que eran versos dictados por el alma de eso maravilloso que salía del horno, al final tomaste las chispas de chocolate y mientras lo hacías comprendía que tenías la receta ideal, nuestra fórmula secreta, tenía tu sabor, tu alma, tu genuinidad y tu belleza.
Terminaste de poner las chispas de chocolate y yo me decía –QUE GRAN AMOR HEMOS COCINADO!.
La receta por Jorge A. Torres, una historia basada en sentimientos reales.