Que no ronden las barcas de la muerte,
henchidas de clamores y miserias,
buscando en mi puerto, algún alivio
le he puesto por guardia, el egoísmo.
Que Dios robe del cielo las estrellas
y se vuelvan infierno los caminos,
en desierto se troqué el paraíso,
y no existan los seres compasivos.
Que sufra, el que sufre bien callado,
y que rían cual hienas los malvados,
pues sabe de sufrir el ser humano
desde el primer aliento de nacido.