Si hemos de estar aquí, es por el simple y basto honor de la palabra, por vivir corrientemente con ella, amarla y respetarla, cual fiel juramento.
Adormecidas, entre razones y versos, damos riendo suelta a la imaginación, nos topamos con el echo de creer, el uno con el otro, que este mundo de palabras aun no sigue cobijando, abrazos y caricias de su cuerpo.
Mejor es hablar, que callar el intento expresivo, que nos brinda el momento, para faltarle su respeto, y comenzar la idea de ser los únicos sobrevivientes, de la extinción de las vocales.