Nohemí Martínez

Dame un beso y vuelveme a mentir.

 

El juez dicto la condena y sus labios se convirtieron en mi celda.

A pesar de lo frío que era ese sitio se convirtió en mi lugar favorito.

Y eso que nunca he sido amante del invierno, pero por él aprendí a soportarlo.

No paso mucho tiempo para darme cuenta que su boca se hizo para mentir 

Pero créanme, esa boca maldita, me dio los mejores besos de mi vida.

 

Mis labios poco a poco se hicieron adictos al sabor de su saliva

Cada día iba necesitando una dosis de aquella droga que asesina

Sabía que tarde o temprano me dañaría, pero cuando caí en cuenta me había convertido en una adicta.

Llegaba y se iba de mi vida, me quitaba y me devolvía la vida.

Susurraba sus mentiras al oído pero me besaba con su sonrisa divina

 

Jugaba con mi tiempo, con mi razón y el corazón.

Y yo, por decisión propia seguía presa en esa cárcel vacía

Un día abrió la puerta de la celda para dejarme en libertad

Se dio cuenta que no podía mentir más

Tal vez le dolió el corazón con mi dolor

O tal vez tan solo se cansó.

  

Lo asombroso, es que no salí

Quede aterrada como un pájaro a quien dejan en libertad pero no vuela por miedo a morir

Y es que no importaba que nuestro cuento fuera inventado

Podía soportar otro poco de caos si otra vez me hubiera besado

Pero él se fue, ya no volvió, mi ilusionista desapareció.

 

 

Y mi corazón, al final de todo, murió.