Estoy llegando, espero que me dejen en el lugar adecuado.
Toda esta experiencia nueva, no deja que tenga una adecuada asimilación de mi nuevo estado. He dejado tantas cosas inconclusas, no quiero recordar.
Me avisaron que el viaje, sería negro y con una sensación de brisa suave, pero sin estímulo de movimiento, como si uno fuese el punto y todo pasara sin poder verlo.
La brisa se detuvo y el frío gana mi piel, al abrir los ojos observo aterrado que estoy en una calle oscura, desnudo sin saber dónde estoy.
Maldiciendo al estúpido que me envió de tan precaria manera, busqué con qué tapar mi desnudez, recurriendo a una bolsa de basura grande.
Mi comienzo, es bastante irregular y con un destrato digno de residuos en la calle.
Si me encuentran en esta situación, seré tomado como un loco indocumentado y no podré cumplir con mi cometido..., a propósito, no recuerdo nada ni siquiera quién soy, qué pasó y por qué estoy aquí.
Alguien viene caminando, es una joven, no puedo presentarme así, creerá cosas que no son. Oculto en las sombras la dejo pasar, pero se prende la luz en el pequeño jardín y una voz anciana, pregunta ¿quién está allí?.
¡Señora!…, no se asuste, acaban de asaltarme y me han sacado todo…, estoy desnudo y hace frio, ayúdeme, por favor.
La puerta, apenas se abre, dejando ver un ojo opaco y algunos cabellos claros. - ¡ vaya a otro lado, no puedo atenderlo…, ! soy una anciana solitaria, no puedo…
Por favor déjeme entrar, se lo ruego no puedo hacerle daño, soy un…, soy Angel…
Hubo un silencio prolongado y de a poco, la puerta comenzó a franquearse lentamente. A contraluz los cabellos blancos, unos ojos pequeños, hundidos en los nidos de la cara. -Pase, dijo la boca ausente de brillos, sus labios abrazados en cada surco, se afanaban por cerrar lo imposible.
¡Válgame Dios, que le han hecho!, pase al baño y le alcanzaré algo, ¡vamos, vamos!, dijo al verme.
Pasé unos interminables minutos en ese baño, antiguo y frío, con un espejo que ya no reflejaba mas que arabescos del plateado, dañado por la humedad.
Debo decirles de mi incipiente depresión, ya que podría haber coincidido con una vecindad más agradable, recuerdo tantas señoras en mejores circunstancias…, ¡justamente esta anciana!.
La puerta del baño, se entreabrió y una mano escuálida, pasa con un montón de ropa, -Póngase esto, son prendas del que fue mi esposo, que supongo ya descansa en paz.
Comencé a vestirme y ante el espejo pude ver a un auténtico señor de principios del siglo pasado, en traje oscuro de finas rayas grises y anchas solapas, la camisa de seda blanca (algo amarillenta de tiempo), con un imperceptible entramado de hilos más finos unos de otros. Debo decir que hasta la ropa interior era de seda, un tanto fría de inicio, pero confortable inmediatamente, las medias de hilo, que invariablemente se caían, hasta que me dí cuenta que se complementaban con las ligas negras (debí ingeniarme, para saber cómo de colocaban al rededor de la pantorrilla y luego prenderlas a las medias).
Por fin me coloqué los zapatos…, cosa curiosa eran todo de cuero, hasta la suela. De excelente factura y terminación charolada…, muy cómodos.
Me miro una vez más y noto que los pantalones están algo flojos y se deslizan lentamente…, es cuándo veo los tiradores y recurro a ellos, pude solucionar el inconveniente.
Solo queda el pañuelo, de fino hilo, que doblo y dudo entre el bolsillo interior, o el externo.
Finalmente va al bolsillo externo y concluyo con la tarea de vestirme, acomodo la rebeldía de mi cabellera y trato de verme en el espejo imposible.
Salgo del baño y la anciana acomoda en la mesa del comedor su mejor vajilla para terminar destapando la sopera humeante y servirme en el plato lo que parecía un manjar.
Coma que se lo ve demacrado, me dijo que su nombre es ¿Angel?, le pregunto por que no escucho muy bien…
No señora, mi nombre es Carlos, Carlos Angel…, debo agradecerle todo esto, no se qué hubiese hecho…
¿Un poco de vino?, es el que le gustaba a mi esposo…, es del año…, no sé no alcanzo a leer el año.
Mientras decía eso, le servía con algo de torpeza el vino en unas copas de cristal tallado que reflejaban en brillos intensos los rojos del vino.
Señora…, debo hacerle una pregunta, ¿como es que tiene preparada la comida, la ropa ventilada, sin olor a naftalina y cómo atiende a un desconocido desnudo, en medio de la noche.
A propósito, debo decirle que la sopa está deliciosa y que el vino es superior…,
Usted coma y siéntase bien, no pregunte nada y coma…, veo que su semblante ha mejorado.
Luego fue un plato de carnes y después el postre, una hojaldre con frutos rojos y crema.
Devoré todo embriagado por el vino y los sabores de la comida, en silencio solo interrumpido por los ruidos naturales de los cubiertos y mis efusivas aprobaciones de primer bocado.
Con la taza del café, en la mano y tras el primer reconfortante sorbo, atino a mirarla a los ojos.
En realidad, no podía distinguirla muy bien, por la escasa luz o por los efectos del malbec, pero me sorprendieron los brillos en su cuello, la ropa no era la misma, no pude notar cuando se había cambiado…, no parecía la misma anciana que me franqueó la puerta…
Fue tan buena la cena, que recién ahora percibo su belleza, señora. Aún no me dijo el por qué, todo estaba listo para mi llegada…
Es que, mi esposo…, hace un tiempo, debió regresar de un largo viaje y preparé todo para recibirlo,
tanto lo esperé y con tanta ilusión…, pero fue usted, quién toco a mi puerta…, fue hace tanto ya…, que temí que se enfriara…, ¿le ha gustado?
Sabe, mi esposo se llama Angel y no regresó nunca. Comencé a pensar que solo el cielo pudo haberlo retenido para no regresar a mi, pero llegó usted y todo a sido perfecto. Angel también hubiese disfrutado la cena…, encontrarme esperándolo.
Angel siempre quedaba extasiado, mirándome a los ojos, como aquél día de la despedida sentado en esta misma mesa, con el brillo del vino jugueteando en su mirada.
Fue una larga e inútil espera…, hasta que usted llegó, traído por lo que supongo su propia desgracia, antes que la comida se malograra.
Pasó tanto tiempo y finalmente llegó un Angel que también mira extasiado mis ojos.
Sentía esas palabras, como si cada una fuese un bloque de la pared que se interponía entre la realidad y lo que parecía que era. - Señora yo también regreso de un viaje y estuve en el cielo, debí regresar presuntamente a otro lugar, no a este ( decía esto mientras la veía tal cual sería en épocas de juventud, radiantemente bella, mientras sus ojos hipnóticos como el vino, dejaban la realidad desvanecer en la penumbra de la habitación.
Carlos, comprendió que su primera misión estaba por concluir.