susoermida

Busqueda fatal.

                                                                

Te busco en las esquinas de esta casa
con el metal de mis ojos incompleto.
Con suavidad empiezo y con aguas atacadas
acabo despedazándome en búsquedas.
Son liturgias que vivo vivientes y desordenadas.
Profundas necesidades, longitudes lógicas,
dolores madurados junto al deseo
de volver a abrazar permaneciendo aquí donde
la vida es melancólico deseo.

Busco tus aromas en los asientos,
en los abismos del adiós que nos dimos.
Los busco en la posibilidad olvidada del regreso
y en los pensamientos que se refugian en mi memoria lastimándome.
Siento tu sexo como un puerto cerrado
a mis ambiciones que tragan distancia y olvido.
Siento lo supuesto y lo que debería ser
de este averiado cúmulo que ya no considera
corazones ni desamparos fatigados.
Será la intromisión de estos presagios que sostengo.
Estas fatigas que me consumen cada día
en esperanzas y gotas de ternura sobre el océano
arrodillado de mí hundida memoria.

        

Te busco en las esquinas de mi casa.
En los poros de mi diaria vida.
Me calzo los pantalones sintiendo
relámpagos apagados, introduzco
mis piernas en los túneles de la tela
para buscar mapas que me lleven al presagio.
No sé que sientes en el centro puro de tu memoria
ni tampoco sé que lineal costumbre tiene tu pensamiento.
Solamente sé que esta temperatura de mi sollozo
me lleva a espumas y harinas que por las mañanas me dan pan
olvidado y en las noches me dejan los huesos
como paraísos ocupados por desventuras que me lastiman.

        

!Ay mujer, seguiré siendo sementera inútil,
ceniza obligada de un olvido que no quiero!
Por eso te busco en lo imposible y en lo ciego
de estos ojos que palpitan derrotadas sombras.
Seguiré mi vida mirando hacia atrás.
Me mataré a besos negros, enlutados.
Seguiré riéndome con dientes de arroz
y con caramelos de lágrimas congregadas
endulzaré la parte asqueada de mi batalla.
        

                                                                                            

Desde este silencio que yo ocupo
sobre rosales de flores rosas inanimadas
crece un invierno como jinete doliente.

Un perfume de sal me habita y un beso
de asalto a tu cuerpo me deja la realidad del perro abandonado.