Es cierto que una voz
puede enamorar.
Es cierto que tus ojos
eran profundos y anchos
como los de la sirena
que vive entre la tierra
y el mar.
Tu voz fue brisa acogedora
y a veces cálido huracán
pasional, tu voz de niña
mujer, tu adolescencia prometedora
tu sonrisa enfrentada a toda
dureza, último testigo de belleza,
destruida por la enfermedad
traidora, fuiste hasta el último
momento serena, valiente como
mujer amante de la vida ante la
muerte, fuiste gran señora.
Me haré feliz devoto de la ciencia
que permitirá que tu recuerdo no
muera, que seas Rocio ahora y siempre,
ejemplo de ternura y firmeza ante la vida
y ante la muerte, compañera.