Alberto Escobar

El joven de la rosa blanca

 

 

 

 

 

Ayer por la tarde me contaron la historia
de Manuel, el joven de la rosa blanca.
Manuel vivía en las afueras de cualquier
esperanza.

Sus padres se desvivían hasta la extenuación
por evitar que cayera dormido entre los brazos
de la adicción.

Sus amigos, que en los principios no apuntaban a
lo que después fueron, le enseñaron como viajar
hacia el fracaso escondido entre el equipaje de un
vagón de tercera clase.

Cuando se sintió conocedor del abismo de los abismos
emergió hacia arriba como caído al mar desde un avión.
Se limpió de todo el lodo que lo fue emborronando sin
apenas darse cuenta, para retomar el camino correcto.
Esta reseña que termino me llegó de boca de Vicenta, la
dichosa chica que recibió una rosa blanca en un instante
de una fiesta cualquiera de un barrio cualquiera, rosa
que partió de unas manos cualesquiera que aletearon en
un aire denso de tabaco para dibujar alas de amor.

Un amor que permanece joven en su recuerdo.
Manuel sigue, tras el correr de los años, siendo su eco 
en las noches de espesa soledad.