Estoy encarcelado en ese entorno,
atrapado en la belleza y en sus tiempos
y me aferro a barrotes de aire y troncos,
sintiéndome aliado de lo inmune.
Desde esta prisión estoy oyendo
ecos escondidos bajando por la huella,
el crepitar de la grava abatida por el caucho
en el lento rodar en cuesta abajo.
Los adivino cerca de esos mimbres
tras la acequia seca y aquellos escondites,
y en la llovizna que canta cual lisonjas
toda la espera que esperaba ese sonido.
Y un poco más hacia el poniente,
tras los glaucos enhiestos de los cedros
se divisa el blanco de esa casa
que encadena también con su caricia.
Hace años que tengo la fortuna
de haber sido encarcelado en lo obsesivo
de lo que es bello a los ojos y al oído
como el viento en los pinares o la grava
crepitando bajo el caucho
o ese albor en la llovizna y tras los cedros
que es también mi carcelero.
De mi libro “De trazos del borrador”. 2017 ISBN 978-987-4004-51-2