Azul fue el color de su vestido
cuando nos conocimos por primera vez.
Nerviosa, jugaba con su melena castaña.
Su boca gritaba un silencio
En el que me bañaba,
y las madrugadas estaban iluminadas
por su luz.
Sentado aquí,
escuchando la alondra en el balcón,
me fumo la muerte entre mis dedos crispados
y el recuerdo de su aliento.
Llega el olvido de su sonrisa sin cuidado.
Se marcha mi memoria querida.