alejandro fozar

XXXV. El suicidio de Evelyn McHade

 

 

En un ataúd sin cubierta 

Evelyn McHade descalza.

Fría y rígida como una estatua,

Los balaustres de su alma cedieron

y cayó como debe caer un ángel.

Las perlas tenidas como una memoria

y afirmada al hilo invisible de su cruceta.

Los labios rojos de cielo

destellaron como un disparo

para el lente que descorrió su velo,

Y retrató el amor que moría con ella...

Intocable como una sombra

como una sombra que se fuga.

New York fue el mendigo

y Evelyn la única limosna en su sórdido sombrero.