En un ataúd sin cubierta
Evelyn McHade descalza.
Fría y rígida como una estatua,
Los balaustres de su alma cedieron
y cayó como debe caer un ángel.
Las perlas tenidas como una memoria
y afirmada al hilo invisible de su cruceta.
Los labios rojos de cielo
destellaron como un disparo
para el lente que descorrió su velo,
Y retrató el amor que moría con ella...
Intocable como una sombra
como una sombra que se fuga.
New York fue el mendigo
y Evelyn la única limosna en su sórdido sombrero.