Es virtud de la savia
llegar con su fluido de vida
a los márgenes extremos,
desde la raíz profunda
de la tierra.
Y de las olas, que llegan a la playa
desmayadas, pero llegan,
no sé desde dónde,
con su legado de arena
de diminuta presencia
inerte, pero viva.
Y es virtud en el hombre
reconocer en la penumbra
de la raíz el germen de la vida,
de vida común, de vida simple,
hálito del alma.
Virtud también es ser valiente,
como es valiente la flor
que en un desierto,
se desentiende de saber para quién vive
porque vive para sí y para alguien
que quiera sentirla...
De mi libro “Soles y de escarchas“. 2004 ISBN 987-9415-17-5