Una vez en una colmena nació una abejita diferente. Sí diferente, no por su color era amarilla y negra como todas las abejas. Tampoco se trata de la abeja haragana ese es otro cuento de otra colmena. Esta abejita era diferente porque le gustaba bailar. Pero no bailaba como las otras abejas de la colmena que danzan con un propósito, avisar a dónde se encuentra el mejor néctar. La abejita bailarina se distraía escuchando el canto de los pájaros, el aplauso de las hojas en los árboles cuando soplaba el viento, había música en su interior, música nueva y ella bailaba y bailaba sin parar. Las abejas mayores dijeron –A esta niña hay que disciplinarla antes de que cause una catástrofe en la colmena. Lo intentaron pero fue imposible, la abejita bailarina sólo se movía al son de la música del bosque.
Un día llegó a la colmena la noticia que se haría un gran baile en la Cueva de las mariposas, las abejas desestiman estas noticias porque ya sabemos que ellas sólo nacieron para trabajar. Pero la abejita bailarina no lo pensó dos veces y esa noche mientras todos dormían envolvió su ropita en un pétalo de rosa, lo ató a un palito de orégano y con su equipaje al hombro escapó de la colmena, dispuesta a encontrar la cueva de las mariposas.
Y la encontró porque la música se esparcía por todo el bosque, con risas y alegrías. Cuando entró a la cueva se quedó maravillada, los grillos, las cigarras, los sapos cantores, las luciérnagas y las mariposas danzantes. Era una fiesta de luces, de colores y de ritmos. Cuando todavía estaba extasiada del asombro y la felicidad, una mariposa de alas doradas la tomó de la patita y la sacó a bailar. Al principio se sintió torpe pero al rato bailaba y bailaba sin parar. Y así pasó toda la noche con la mariposa de alas doradas, hablaban con señas y con gritos al principio, pero cuando se iba apagando la música hablaron de todo, del bosque, de la vida, de las abejas, de las luciérnagas, de la cigarra, de las hormigas. Y cuando se vio a lo lejos la rayita blanca del amanecer la mariposa se despidió de su amiga.
La abejita bailarina se quedó en la puerta de la cueva y acomodó sus trapitos para dormirse, entonces la mariposa se volvió y le preguntó.
-Abejita, ¿No tienes dónde dormir?
-No, -contestó- una vez que nos vamos de la colmena ya no podemos regresar
Entonces la mariposa la invitó a dormir a su casita. Era una bella flor azul con forma de campanita. La abeja estaba feliz porque ya nunca más se sentiría sola. Se miraron y sin palabras se juraron amistad para siempre, aunque ambas sabían que ese “para siempre” duraría sólo un instante, porque todos sabemos que las mariposas viven un día, y ese día había terminado. Las dos cerraron sus ojos y a lo lejos se escuchaba un tilín..tilín..