Tras los rizos del globo de oro
ya despertada la pálida aurora
trina canora un ave cantora
que bien avigora lo yerto incoloro.
Oh conciencia sin ciencia, ave invisible,
que bien atalaya descolorida intangible;
vela en su muro sensorio, siendo la esencia
de aquello que añora una piedra en ausencia.
Sacra musa del «Yo» profano
que anida y anuda sensitiva
a las caricias del intelecto humano.
¿Será de la existencia su vital bagaje?
¿Será espejo que al mundo en acciones refleje?