Edmundo Onofre

PARCIAL RECUENTO (v)


XLI
Mis manos las guardo y protejo en los bolsillos,
son mi monumento, mi vital compañía.
Han dibujado, escrito y acariciado
todo lo que mis ojos sienten y ven;
son la extensión de mi alma,
sensibles a todo... también creadoras.


XLII
La luz me ayudó a no tropezar, a estudiar.
Llevé lámparas y estrellas a todos los rincones
que llevaron mis pasos.
Fue útil de día, de noche...
Ha sido mi lazarillo, poco me he equivocado.


XLIII
En madrugadas, al rayar el sol,
caminé por los más silvestres lugares
remojando pies y cuerpo
con el más puro elemento:
El rocío.
Me purificó por entero:
mi mente, mis pensamientos
y mi alma...
Me refresqué en el alborada
por completo.

XLIV
Para no perderme
seguí los mismos caminos de los demás,
me guiaron la mismas estrellas.
Cuando me sentí seguro
marqué otros rumbos
Fui donde quise...
Seguí las huellas,
también las dejé.


XLV
Mi verdadero nombre lo escribí en libros,
detallan en cada letra el sentir sincero,
lo íntimo y veraz,
la evidencia perfecta:
el silencio... el silencio legible.