Le tomó un día conocer al chico de los ojos negros,
ojos negros que acabaría por desteñir de tanto mirarlos.
Le tomó una semana descubrir su sonrisa,
una sonrisa que consumiría todos y cada uno de sus pensamiento.
Le tomó un mes notar la suavidad de su piel,
una piel cálida, coloreada por tinta negra, dibujando unas cadenas a las que acabaría aferrándose.
Le tomó un año darse cuenta de que necesitaba su voz para poder respirar.
Le tomó un minuto darse cuenta de que era el amor de su vida.