Un sueño
Como comenzar escribiendo lo que muchas veces no quisiera recordar y poder dejar la memoria de un sueño que realmente sucedió en el olvido, pero se me hace imposible ante la gran tragedia de aquella noche del 2010.
He aquí mi relato.
Ya había salido de la quinta Vergara tan emocionado con mi hermana pequeña de haber podido disfrutar del gran espectáculo de todos los artistas del festival, en especial de Raphael, que tanto le gustaba a mi padre José, que en paz descanse, ya eran 5 años sin él.
Busque mi moto Harley Davidson en el estacionamiento, luego marchamos al alojamiento que había arrendado con previa anticipación, ubicado en Concón para quedarnos el fin de semana, día 27 y 28 de febrero, este era un apartamento rojo, antiguo de 4 pisos, cada uno contaba con 2 piezas, 1 baño, además de poseer hermosa vista al mar, nosotros nos alojamos en el cuarto piso.
Apenas llegamos, cantando riéndonos, encendimos la tele, pero ya habían terminado las transmisiones locales, por lo tanto sintonizamos la radio, aprovechamos el rato jugando dominó, recuerdo que fueron 3 partidas, las cuales me gano dos a uno, al lapso después mi hermana le dio un sueño terrible, la pobre estaba muy cansada, lentamente se fue quedando dormida en la mesa, entonces la tomé en mis hombros llevándola a su cuarto, apagué las luces y me fui a acostar enseguida, igualmente agotadísimo, pero dichoso de que había sido un buen día.
Desperté abruptamente, el mundo se movía de un lado a otro sin sentido alguno, el recrujir de las paredes con el romper de cosas eran los sonidos que te hacían vulnerable ante todo. Por las calles, la multitud de personas en pánico gritaban ¡terremoto, terremoto, viene un tsunami salgan ahora de la playa, suban todos a los cerros a resguardarse!, en un santiamén me levanté de la cama y corrí veloz a ver a mi hermana a su habitación, intenté abrir la puerta, no obstante, no pude conseguirlo, esta se encontraba por dentro atorada. Asustada mi hermana me pedía a gritos que la ayudara, decía que todo estaba tapado por muebles y cosas, las cuales no podía apartar, en ese crudo instante, la desesperación me invadió por completo, sin pensarlo mucho pateé con mucha fuerza la puerta, pero fue en vano, era como una muralla de acero, en menos de un segundo, el piso de su pieza se derrumba a tal grado que parecía una potente explosión, yo quede arrodillado con el pecho destrozado y en llanto desamparado, justo allí, enfrente de la maldita puerta sin poder hacer nada, mi mundo se me vino abajo, todos mis pensamientos se polvorizaron, vivía en un infierno al no haber podido salvarla, no escuchar nunca más su tierna voz, su alegría, me desvanecí...
Como que despierto nuevamente, llorando con el corazón muy agitado, mi cuerpo transpiraba entero, respiro muy hondo mirando al cielo agradeciendo a la vida porque tan solo era un mal sueño, mi alma se pudo despejar. Vi el reloj y daban ya las 3 33 de la madrugada, la radio estaba aún encendida, sonaba la canción favorita de papá, yo soy aquel. Deprisa corro a ver a mi hermana a su pieza y la puerta estaba abierta, cuando la vi, se hallaba en su lecho durmiendo tranquilamente, la abrazo, al mismo tiempo, todo el suelo empezó a moverse muy fuerte de lado a lado, en realidad era el mismo terremoto de mis sueños, los mismos sonidos, iguales sensaciones, todo era idéntico, menos una cosa, que yo me hallaba junto a mi hermana y esta vez de verdad podía hacer algo. Agarre su mano, salimos de la habitación, busque las llaves de la moto que estaban en la mesa, corrimos escalera abajo hasta el primer piso para poder irnos del alojamiento. Encendí la Harley y las luces, estas reflejaron los ojos azules de un niño de la calle desarreglado como de 8 años, se hallaba solo con una manta, en brazos tenía un cachorro. Se acercó a mí, pero no hablaba, era mudo al parecer. Lo tomé y le invente un espacio en la moto, nos fuimos los 4, me fui muy rápido colina arriba, en medio del trayecto el niño me pegó un palmazo en la cabeza y exclamo, ¡déjame acá!, allí me di cuenta de que no era mudo, me negué, pero al bajar la velocidad se bajó igual, dejó al cachorro con mi hermana, este tenía un collar que decía “sueña y vive”, la verdad, me emocionaron mucho esas palabras, como que el color de todas las cosas de la vida se reflejaron en el cielo de mi mente que habitaba el miedo y el placer de tener la facultad de sobrevivir en aquel segundo fugaz de verlas. El niño corrió hacia una capilla blanca y subió por una escalera hasta tocar la campana del campanario, esta se escuchó por todo Concón. Sirvió al igual que otras sirenas y alarmas que ya se escuchaban para alertar a la muchedumbre de los alrededores lo que se podía venir, un tsunami. Alguna gente subió colina arriba pero lamentablemente otra gente no. Cuando él regresó, le pregunte sobre su familia, a lo que me respondió que no tenía, vivía con unos señores, cosa que no le gustaba mucho porque le obligaban ir a la playa a pedir monedas, pero muchas veces lo maltrataban si no reunía suficiente plata. En aquel momento pensé en plantearle la idea de llevarlo a vivir con nosotros porque no era coincidencia habernos cruzado y algo que he aprendido a mis 20 años es darle la mano al necesitado porque si uno puede ayudar un poco a los demás, estoy seguro de que la vida te devuelve la mano.
- ¿Y cómo te llamas amigo? - Pregunté
-me dicen pepe, pero mi nombre es José- dijo el niño
Me sorprendió el niño, comentándole que mi papá se llamaba así.
A lo que él contento respondió. – qué bueno, ahora seré tu nuevo hermano.
-De seguro. Le contesté, devolviéndole el palmazo que me había pegado.
Ahora iba con cuidado porque llevaba conmigo a mi hermana y pepe, el cachorro lo llevaba en mi chaqueta, iba durmiendo este sí.
Miré hacia atrás a lo lejos y vi el mar desnaturalizado, olas gigantes tapando de color negro todas las casas de la orilla del mar, devorándolas, con todo su filo increíblemente torrentoso, consigo el agua arrastraba árboles, autos, camiones, techos, postes, cables, esperanzas, etc. iba de menos a más fuerza avanzando, era un ruido espantoso, pensé en el fin del mundo o una catástrofe sin igual, o por lo menos el acabo de mi mundo, así que esto me dio mucho miedo y aceleré lo más que pude en dirección colina arriba para poder estar a salvo los 4, mientras que al lado de nosotros la gente corría desesperada, muchos trataron de robarme la moto, pero yo los esquivaba en velocidad, todo era una locura. Después de encontrar un lugar seguro tenía que dirigirme a Santiago para saber cómo se encontraba mi madre ya que no podía contestar el teléfono porque no había señal.
En el viaje de Concón a Santiago, en mi moto veía todo lo que había pasado, las casas derrumbadas, edificios caídos, puentes cortados, la gente que estaba sufriendo, los niños, la tragedia en el país, más de una lagrima arroje al camino por lo acontecido.
Todo esto me hizo pensar que cuando uno está más seguro que nunca le va a pasar nada, como pasa en las películas o en los peores sueños, es cuando mayormente la fragilidad y debilidad del ser humano aparece, ante las cosas que tienen que pasar, aunque uno no quiera.
Los sueños no son solamente sueños, hay veces que son algo
más.