Cuando yo estaba, y vivía con cierta certeza e ímpetu,
hubo un hombre que con buena fe me recomendó:
\"No te enamores hijo, estas muy joven\"
Se lo agradezco de todo corazón, pero me río de tan vana receta y tan escaso amor.
Porque cuando me pongo a pensar en nosotros, me doy cuenta que ese sabio jamás te vió
caminar descalza en la arena,
reírte en la oscuridad,
no te vió lucir los miles de colores que
en las mañanas acompañaban tus pupilas,
ni mucho menos,
supo que me sentí seguro cuando te hablé de mis temores.
Aquel, el sabio, jamás supo que el amor tenia pies y sonreía
cuando dejaba de hacerlo yo.