Esta mañana
mientras que las tinieblas trepaban los edificios de París
el petirrojo cantaba como siempre
y casi lo ignoré
pero de pronto me di cuenta
que todavía
estás conmigo.
No es algo que yo pueda explicar
ni algo que quiera comprender
pero estabas
y eso es todo.
Me acuerdo de tus mantecadas
de tu sonrisa
de tu risita
pero también de tus apoplejías
de tu silla de ruedas
y todo esto
contuvo la lección de la vida y la muerte.
A menudo pienso en ti
menos en Abuelo
(es que se murió antes de que yo tuviera 10 años),
pero en estas palabras
os encuentro a vosotros.
Cuando el césped blando besa mis pasos
yo sé que no estáis lejos.
Cuando el sol brilla como lo hace hoy,
es difícil no sentirse agradecido,
así que lo único que puedo decir es...
¡Gracias!