Sucedió nuevamente, la vereda callada fue testigo, tu pasaste sin mirar el horizonte y yo seguí sin mirar el futuro.
Tu espalda, mural de mis pesadillas, golpeo como un viento lleno de frío, las estructuras de mi cuerpo que ya gastado de gritar tu nombre, se dejo llevar por la espesura y la distancia.
Lejos sentí tus pasos, cerca mi abismo, sometido al pensamiento, de saberme pasado, en un futuro incierto, con la monta de tu nombre, marcada en los espejos, que cubren un cuarto lleno de soledades.