kavanarudén

Un día cualquiera

 

Pasan lentas las horas.


Escucho música mientras escribo. Por lo general música de piano, chelo, arpa o flauta. Es mi momento favorito. Llegar a casa después de pasear a Leo y Lía (mis dos amigos caninos) y entregarme a la escritura.


Hay momentos en los que la musa se esconde en un ángulo oscuro de mi memoria y no quiere salir. Por más que le ofrezco dulces, refrescos, ternuras, mimos, ella nada. Suele ser caprichosa, pero aún así la amo. En ocasiones no me deja en paz y me atormenta. Hasta no poner por escrito lo que ella desea. Pueden ser las cosas más simples o imperceptibles. Ella se sirve de mi aguda sensibilidad para que me de cuenta de cosas que quizás otros no sean capaces de hacerlo.


Me gusta disfrutar de mí mismo. No temo la soledad o el silencio. Me deleito de las cosas simples que me hacen reflexionar.
Aunque si tengo el amor a mi lado. Una persona que amo, que respeto, que sé que me ama, me considero un eterno solitario.
Es una sensación extraña, inexplicable.


Hay momentos en que entro en un mimetismo. Me desconecto de todo lo que me rodea y me voy hacia un mundo paralelo, todo mío. Fantástico en ocasiones o dramático. Ni yo mismo sé de que depende. Tiendo a ser pesimista y un tanto depresivo, por eso mismo temo estos momentos de aislamiento. Tengo la fortuna de que ese amor que me acompaña, me reporta a la realidad. Respeta esos momentos, pero también me ayuda a ver la vida desde otra perspectiva. Sobre todo por su carácter positivo, luchador, emprendedor. Me considero complicado y en ocasiones muy profundo. Cosa que puede afectar una relación y soy consciente de ello.

En cincuenta años que tengo he vivido tantas experiencias.
El hecho de haber dejado mi país desde muy joven y enfrentar el mundo me ha ayudado a madurar y ampliar mis horizontes. Tengo pocos temores y ninguno me paraliza. Con una amplia capacidad de adaptación. De acompañar, de escuchar, de animar. Me gusta incentivar a los demás y que descubran sus capacidades y potencialidades. En ocasiones me digo: “médico cúrate a ti mismo” sobre todo cuando suelo ver el horizonte oscuro y casi pierdo la esperanza de que, a pesar de las nubes negras, detrás sigue brillando el sol.

Total, esa es una parte de mi ser que he querido compartir hoy.

Me ha inspirado a escribir estas líneas mi querida amiga Anbel (Ana) después de haber leído su “Ciclogénesis”. Una hermosa y minuciosa descripción de su domingo en casa. Este es mi domingo. Gracias Ana.