Quedan apenas cincuenta metros para coronar la montaña.
La expedición de cuatro alpinistas olía la meta después de un
infierno de frío y viento, y de burocracia, para obtener los
permisos exigidos por las autoridades nepalíes.
¡Qué vista tan espectacular, ha merecido la pena!
Se veían el discurrir del Brahmaputra y el bullir de Katmandú
como un concierto de luces difusas y brillantes, a lo lejos.
Después llegó el segundo. El primero le animó a que disfrutara
de un verdadero milagro de la Naturaleza, que sopesara la
dimensión del logro conseguido.
¡Échate al lado para que pueda ver! -le dijo el recién llegado.
¡ágarrame que me caigo, que me caigo, que me caigooooo!
¡Oh noooo, lo sientoooo!