Me he inventado una historia en mi cabeza
en la que la noche sin querer avanza en reversa,
y hace coincidir nuestras soledades noctámbulas
en un mismo deseo: conversación sincera.
La más sincera que habremos tenido nunca,
desnudando sin pudor nuestras almas heridas
por el silencio acumulado con los años.
Y terminamos sanados, purificados...
tú volando atrás en el tiempo mientras yo avanzo,
acortando así la distancia espacial,
camuflajeados en las luces nocturnas
que invitan a vivir con significado,
y la neblina que las va cubriendo
mientras volamos sobre ella extasiados.
Tú hacia el norte, yo hacia el sur,
hasta vislumbrar esa provocativa ciudad
que fue la elegida para ser testigo
de nuestra curiosidad de niños recién nacidos,
de la inocencia renovada que emanan nuestros poros,
de carreras vertiginosas por puro amor a la velocidad.
Qué sano imaginar y qué liberador,
tan necesitada estoy yo de un cómplice
que tomo por compañero a alguien que no conozco.
Sé que en este mundo existimos almas noctámbulas
tan soñadoras y tan libres que quedamos pasmadas.
Y es que es mentira que somos autosuficientes,
necesitamos de otros para aprender a volar,
cuando no basta con un par de ojos para ver,
ni un par de piernas para el mundo andar.
Ahora comprendo: dentro de mí no hay nada mal,
estoy tan desbordante de pensamientos
que si no los comparto puedo estallar.
Sé que he de encontrarte y has de encontrarme,
sé que has de salvarme y he de salvarte.
Mientras tanto brillemos individualmente
para que nuestras luces pronto puedan hallarse.