María Belén Delgado

Carta de una mujer que hizo a un lado el orgullo...

     Esta noche, acompañada del insolente frío, en la esquina de la sala, frente a mi escritorio, empecé a pensar aquel día en que lo conocí. Un hombre fuera de lo normal, exagerado y despistado, a veces imprudente pero verdadero. Cuánto me había enamorado de él. Para mí era el cielo, pero  por qué insistirte si te has fastidiado, ¿Busco ser feliz contigo?, ¿Por qué contigo?, ¿Por qué eres tan duro?, ¿ Por qué no simplemente me amas y listo?; eran estas las preguntas que hacía en mi mente y quería decírcelas, solo que no sabía cómo. Entonces recordé la peor parte: mis defectos. Se que cuando amas puedes tolerar todo de esa persona siempre y cuando se tenga un respeto mutuo. Hoy hice lo que ninguna mujer debe hacer, y es la escena más tonta e inimaginable en mi vida. Cuando te amo, te aliento, cuando me siento mentida me desespero, y ¿qué hago ahora que te perdí?. No me resigno, se que puedo recuperar nuestro amor, pero necesito una oportunidad, una oportunidad que solo tú puedes darme. No he buscado en nadie más, lo que he encontrado en tí, no he dejado que mi cariño sea para otra persona, pero cómo me desespero al no sentirte, al no tenerte, al no poder amarte. Mil veces me disculparé por mis estúpidos actos, una escenita de celos que me ha dejado graves consecuencias. Hombre cada noche que estoy contigo para mí es un regalo, y aunque no se acaba el mundo si un amor se va, mis proyectos contigo se derrumbarán, en estas palabras con el dolor más grande que he sentido, como si el alma se rompiera en pedazos, te pido que regreses, que me dejes ser tuya en cuerpo y alma, que no pienso hacer algo que perjudique nuestra relación. Te amo, te amo, te amo tanto, son las palabras que debo gritarte con hechos,  ¿gritar?. Por supuesto, gritar, tengo que gritarlo con hechos para que al menos así entiendas que te amo. Si yo no comprendo a las mujeres, entenderás que no puedo comprenderme, pero algo he entendido al fin y espero no sea demasiado tarde. Quitar mi orgullo para pedirte que te quedaras y decirlo con el corazón, es mi acto más solemne, apoyarme en que haré bien las cosas y que esperes un poco para que lo sientas, es mi acto más tierno, y adorarte sin valor alguno es el acto más puro que tengo. Por eso amor, cariño, mi cielo y tesoro: quédate conmigo, regresa a mí... Por favor.