El día claro, tibio
principia el verano
y mis fuerzas
ya no son como
las de aquél estío
en que la conocí.
Hace tiempo
su piel suave
fragante y mágica
a mi lado
sentada en la rivera
de ese río.
Temía besarla
rompiendo el hechizo
de esos ojos apenas claros
fijados en las aguas
pasando rápidamente
como mis fluidos
acelerados de emoción
y mis manos
levantándose como brisas
en el trigal de esos cabellos sueltos
donde dejaran una pequeña flor.
Siglos pasaron
solo soy testigo de esos recuerdos
inocentes y primitivos
de un amor naciendo
entre la fuerza
de la naturaleza
y dos seres nuevos
asustados de sí mismos.