La música cerró su boca, se apagaron las velas
y la oscuridad
cubrió con su negro manto los ojos del silencio.
La sensación de una ruptura dolorosa
apretaba con fuerzas mi pecho,
pero no había otra salida…
Las fuerzas que siempre creyera tener para afrontar
los vientos que soplaban en mi contra,
¡Fallaron!
Se convirtieron de pronto en afilados cuchillos
que se clavaban en mis pensamientos
derramando a chorros
el dolor que provocaba ver como la higuera
que yo quería para cuidar en mi huerto,
cada noche, entre gemidos y dulces susurros;
se dejaba asaltar
repartiendo con alegrías y regocijos
sus mejores frutos,
entre viejos viciosos con caras de canallas.
Pero la vida sigue y yo quiero aceptar
con resignación
y sin ningún tipo de rencor
las opciones que cada persona escoge
y desarrolla
para alcanzar el mayor disfrute de su libertad.
La música cerró su boca, se apagaron las velas
y la oscuridad
cubrió con su negro manto los ojos del silencio.