I
Huele la brisa a lluvia
y el hueso se queja con
hedor a viejo y a cajón
hecho al golpe de la gubia.
La Parca, esa vieja rubia,
desdentada y generosa,
ríe infame y bondadosa
a la espera, ella sola,
de izarme a la barcarola
que me lleve sobre la ola,
de la mano y cuidadosa.
II
Sentires bien profundos
que me indican el camino
al que iré cubierto en lino.
Miedos lejanos, no sentidos,
son con risas despreciados.
Vano intento del idiota
que de amo se hizo ilota
temeroso de la lanza
que se hinca con confianza
sin pavor a la derrota.
III
Huyo en mi desgracia
en el éxtasis incurable
de amar lo inexorable.
Dudo si es falacia
o prueba de mi audacia.
Sin embargo, es furtiva
la idea que aun cautiva,
enamorado de la muerte
que me admira ya sin suerte
resignada y aun altiva.
(continuará