El caracol, pequeño y bello, avanza con lentitud
dejando tras de sí brillante huella.
Avanza con la lentitud de quien no tiene apuros
ni tiene siquiera como apurar sus trazos.
Todo el jardín es su espacio, con su nácar
que altivo arrastra detrás de sus antenas
y marcha ignorante de la propia indefensión en la que vive
pareciendo que su vida no comienza ni termina.
No habrá un instante en que todo se colapse
como una implosión del ser que determine
que su misma esencia se esfume en rojos.
No preguntará, por cierto, la razón de su existencia
ni si tiene que dar explicaciones al final del recorrido.
Sólo repta sobre su brillo acuoso y sigue indiferente,
sabiendo que no se parece en nada a los humanos.
De mi libro “De letras nacidas entre poetas”. 2013 ISBN 978-987-1977-03-1