El consuelo del desamparado
es contemplar un cielo estrellado,
y ser arropado desde el suelo
por ese velo agujereado,
acariciado por el vacío
sintiendo el frío del espacio,
volando en el infinito
hacia un horizonte lejano.
Más allá de Marte, más allá de Urano,
donde vida y muerte aún no han llegado,
donde la creación todavía no ha empezado
y no se ve a un solo humano,
solo allí me encuentro aliviado.