Se anuda
procaz y misteriosa...
en piélago de plata
derramada,
licuada...
de artúricos desaires,
vencida...
por lo estéril de un cumplido,
y vierte su beso
de abandono...
en lánguidos
y homéricos pesares,
desnuda...
de rosa victoriosa,
zaherida...
por la espada
del destino.